No veo, pero es madera, secas cáscaras de pintura; sí, es la garita de los guardavidas. ¡Qué frío la puta madre! ¿Qué garita será esta? Andá a saber dónde estoy, no caminé tanto, creo. Pero no me puedo quedar acá, la marea va seguir subiendo. Me va a arrastrar con la garita y todo. ¿Qué mierda es esa luz? ¡El faro! El faro, sí.
Se dejaba convencer de sus mañas horarias, de sus pasos, de su trayecto, de soñar con encontrar por fin el rayo verde. Ese amor instantáneo justo cuando se va el sol, ese amor que buscaba cada atardecer. Con algo tenía que reemplazar tanta prohibición. Esos maridajes de tabaco con café y trasnochar con escabiar, sin los que creía, había dejado de vivir. Esa tarde, junto al picado mar, hundió sus pies en la arena con viento noreste cambiando a este. Resignó preocupaciones y avanzó, adelante, donde cada paso sería larga distancia para volver. Algo le llamaba la atención, así son los caminos de búsqueda, siguió. Cerca de la húmeda orilla repetía un pensamiento mientras el agua comía los pasos: “La marea tapa las huellas donde duerme tu luz”. Las nubes poco a poco cerraron el horizonte, las olas tronaban fuerte rompiente. Giró para ver el camino y la ciudad solo se vió resplandecer entre nubarrones. “Viento del este lluvia como peste”.
Ojos cerrados, respiración profunda, noche cerrada, solo tacto y audición. Un segundo de luz, ocho segundos de oscuridad. La vida se escribe en tiempo siempre presente, andar así los caminos es siempre seguir, aunque sea retroceder el camino es una búsqueda hacia adelante. Voy.
Cuando en su heladera el agua se guardaba en botellas de vodka y no ya en jarras plásticas, distintas personas que lo querían le aconsejaban, decían y repetían, pese a que él, cegado quizás por la falta de ese particular querer que buscaba, sentía que nadie decía porque intuía que nadie lo quería. “Estás viejo para caminartan tarde”. “Te vas a enfermar”. “Ya llegó el invierno”, “Por más que no quieras reconocer el verano terminó”, “El otoño está de retirada.” Eran algunas de las cosas que solía escuchar en la caminata hasta el mar con el vendedor de carnada, el almacenero, la vecina, la amiga de su prima o hasta la madre de sus hijos que aún se interesaba por él. Caminar era liberar el sentir que decía: Me convidaron sin preguntar y quieren que no me queje.Un rayo picó cerca, el fuerte trueno frenó el andar ensimismado en pensamientos, el caminar alienado por desencuentros, el avanzar arrastrado por el viento. Empezaba a llover. Empezaba a terminar el paseo volviendo cruzado de cara al viento.
La puta que lo parió, morirme así. Yo, justo yo, comido por una sudestada. Es increíble. No veo una mierda. Mientras tenga el segundo de faro estoy en camino, esa luz es casa. Pero al agua la escucho acá al lado, en cualquier momento me come. Me parece una cagada morirme sin encontrar, es todo lo que hice siempre, buscar, solo se buscar, ir por más. ¡Sí! Estoy llorando, hacía mucho no sentía esa sal. Cuando me separé no lloré. Creo que la quería por amor pasado. Tenía que avanzar, tenía que buscar, seguir para encontrar. El viento no me deja caminar, da la sensación de ser contradanzas, como un minué.
Cuando murió mi vieja lloré, ahí si lloré de verdad, era chico. Pero porque vi como todo se iba a la mierda. Cuando nació mi primer hijo lloré de felicidad, pero eso es distinto. ¡No puedo avanzar carajo! Hay películas que me hacen llorar, sí, pero no son lágrimas de sal.
La mano en alto haciendo fuerza para cortar el viento. Las ráfagas que abrazan la espalda, los pies que abren, avanzan y giran. El pecho que centra el caminar, la frente que busca refugio, los ojos que imaginan calor. Es tango no viento. Es tango no búsqueda. Es tango el encuentro. Es tango el otro, yo, la pareja... Mi reflejo al viento, mi descubrimiento.
Se afirman y entregan, bailan. Avanzan. Encuentran sin presiones de búsqueda. Se fusionan, conjugan y evolucionan. Golpea la puerta del faro.
Nadie más lo vio, dicen que su melancolía se perdió entre las nubes. Ese que ríe y se deja ver feliz es lo que devolvió la sudestada. Nunca contó que le pasó. Algunos dicen que murió, otros dicen otras cosas, aun así nunca se termina de conocer a alguien, así sea a uno mismo. Así son los caminos de encuentro.