Y a la mañana siguiente salíamos rumbo al colegio y mirábamos hacia la torre elevada sobre la costa distante varias cuadras de nuestra casa y teníamos la certeza de que el loco dormía porque debía descansar hasta la noche siguiente en que volvería a encender la luz y a mover la manivela a un lado y al otro para guiar los barcos que pasaban distantes sobre el mar. Muchas veces nos propusimos llegar hasta la costa pero eso estaba estrictamente prohibido así que nos contentábamos imaginando lo que ocurría allí. Y cuando el anochecer se acercaba imaginábamos al hombrecito subir los escalones de a uno hasta alcanzar el punto más alto y volver a su rutina nocturna cotidiana.
En la escuela hablábamos entre los compañeros del loco del faro y así lo llamábamos porque solo un loco podría vivir tan solo y cumplir a diario con esa rutina conformándose con hablar solo con sí mismo o con los pájaros..
No pasó mucho tiempo y mi familia se vino a vivir a la gran ciudad. Todas nuestras rutinas cambiaron y solo de tanto en tanto cuando nos juntábamos con mis hermanos ya adolescentes en alguna reunión familiar recordábamos aquel faro en la lejanía, su luz nocturna y al loco que lo hacia funcionar noche tras noche.
Cada uno de mis hermanos siguió su camino y yo me hice a la mar con la marina mercante. Ahí volví a tomar contacto con los faros de todo el mundo que nos guiaban en la oscuridad de los mares para seguir nuestro camino y evitar que nos estrelláramos contra la costa. Ahí aprendí a valorar la soledad, y el charlar conmigo mismo .. Me hice callado y mirar el horizonte sin ningún pensamiento en particular fue mi rutina aprendida y disfrutada.
Y resulta que hoy yo soy el loco del faro y no estoy ni tan loco ni tal solo. Con los años volví al sur, a Puerto Piramides y me conchabé en su faro. Aprendí a mirar desde la altura pero también trabe relación con mucha gente del pueblo. Pasa que en el faro funcionaba la estafeta y muchos se acercaban a remitir los envíos pero se quedaban remoloneando charlando de cosas importantes o superfluas mates de por medio. Pero cuando el sol comenzaba a caer éramos solo yo, el mar y la luz. El faro ya no se prende manualmente como hace años atrás pero a la que hay que vigilar para que no se apague. Subo los escalones hasta arriba del todo solo cuando hay que hacer alguna reparación y algunas veces, muy pocas veces cuando extraño el horizonte, el infinito horizonte, el sonido del mar y la soledad absoluta.